martes, 11 de septiembre de 2007

Empiezo, aunque sé que nos arrancaron los dedos a mordidas y que casi todos los conservamos en alcohol.
Alguna vez escribí de nosotros, de lo que fuimos, del nosotros que se me clava más entre los ojos mientras menos frecuentamos. Grité rayones resultado del olvido de nuestras generaciones... Después huí, abandoné los escenarios jalisquillos y los fracasos literarios (más los míos). Entonces escribía de las mismas mujeres con otros nombres, de mi adicción a la catástrofe. Las calles dejaron de ser conocidas, los bares siempre Malasaña. LLegué a escribir tapándome los ojos como cuando esperas que el tren pase por las vías, y la mujer de los diálogos en reversa aparecía en alguna página, el niño-teatro amante de coquitos, mis hermanas de fiesta-fiesta en casa Jack Daniel's (estos los relatos-ficción). Dormía con las manos temblando sobre el teclado y despertaba sudando con el cristal de su acelerada lectura (él sabe que la lectura es pasión de desesperados), esperando que ella llegara con otro cartón de vino tinto para amanecer con el café de Vips, que mi noche pasara en la sabia biblioteca de Celeste. Eramos vulgares, nos dejábamos para regresar. Debemos buscar al abuelo, eso seguro. Pasa que no puedo escribir de otra cosa, todos los lugares son el mismo lugar que apenas recuerdo... todos mis personajes se alimentan de tu generación olvidada.

1 comentario:

hada asesina dijo...

nuevos descubrimientos. bien. m gusta.